En Ídolos seguimos festejando a los álbumes que cumplen 20 años
Hoy, 4 de abril de 2024, uno de mis discos favoritos de la adolescencia cumple 20 años de existir: Good news for people who love bad news de Modest Mouse.
Era un tianguis del extinto DF en el que, pirata como consumimos los que no tenemos dinero, encontré en un puesto el álbum del que tanto sonaban sus dos sencillos: “Float on” y “Oceans breathes salty”. La portada, en su poética simpleza, no dejaba que mirara hacia otra parte y el título del álbum llenaba absolutamente mis ojos.
Emocionada, llegué a casa a escucharlo, a presumirlo, a observarlo. Desde ese día cada canción fue añadiéndose a mi memoria y ya no supieron salir de ahí. Había encontrado un tesoro del que quería contar a todos. Era esa sensación similar a la de las niñas y los niños cuando, al crecer, descubren la lluvia.
Good news for people who love bass news – Modest Mouse. Fecha de publicación: 4 de abril, 2004. Sello discográfico: Epic Records.
Lista de canciones:
- Horn Intro
- The World at Large
- Float On
- Ocean Breathes Salty
- Dig Your Grave
- Bury Me With It
- Dance Hall
- Bukowski
- This Devil’s Workday
- The View
- Satin in a Coffin
- Interlude (Milo)
- Blame It on the Tetons
- Black Cadillacs
- One Chance
- The Good Times Are Killing Me
El Good news… fue un disco muy importante para Modest Mouse, pues logró que, a través de la promoción de los sencillos, su música llegara a más lugares. A pesar de que la banda ya tenía a cuestas tres álbumes más, gracias a la mencionada “Float on”, el disco se vendió como incluso ellos no lo imaginaban, vendiendo las copias necesarias para conseguir un disco de platino y para salir de gira por distintos países, incluido México.
Las letras y la música de este álbum representan cómo el contraste y la diversidad compone la riqueza del mundo, pues en un mismo tema la banda es capaz de contraponer la dulzura de la melodía y la voz de Isaac Brock, con una letra que indaga sobre la obscuridad del abuso de sustancias, como en “The good times are killing me”.
Además de ello, la incorporación de elementos no necesariamente musicales -como en “Interlude (Milo)”– dota al disco de una fuerza que no se contiene sino que continúa de forma suave en la última parte del álbum, quizá la más introspectiva, con temas como “Blame it on the tetons” o “One chance”.
Las guitarras a veces sucias y la voz desgarrada que pueden escucharse en algunos temas -como “Black cadillacs” y “Dance hall”– enfatizan la noción de la banda de entender la crudeza y la desesperación como parte integral del rock and roll, motivo que les permite construir una personalidad tan cálida y dulce, al mismo tiempo que pesada y obscura, que hace de su sonido un lugar único, cosa que no podría decirse de muchas bandas.
Este disco significó para mí entender que había bandas -no tan grandes en popularidad-, que eran quienes realmente poseían la intención y la sinceridad, la falta de pretensión y la necesidad de gritarle al mundo que la música es el único lugar donde el cielo se encuentra con el mar.
Felices 20 años a los que, a pesar de amar las malas noticias, construyen las buenas nuevas.
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