Fuimos a las dos fechas de Yeah Yeah Yeahs en Pepsi Center y si, cada una lo valió absolutamente todo
✍️ Arantza Minami 📸 Liliana Estrada/OCESA
Religión: conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella.//Virtud que mueve a dar a Dios el culto debido.//Obligación de conciencia, cumplimiento de un deber.
Hace un tiempo, en la mejor clase que he tomado en la vida, con un profesor que cambió mi perspectiva sobre el mundo, aprendí sobre el verdadero significado de la palabra religión. Proveniente del latín, el término que hemos confundido con un dogma principalmente católico, se relaciona más con una forma de trascendencia de la humanidad, a través de la religación del ser con una o más divinidades; divinidad que no necesariamente se corresponde con la idea que solemos tener. De tal forma que, etimológicamente, “religión” expresa un vínculo con lo divino.
El pasado 3 de octubre y ayer, 4 del mismo mes, asistí a un evento religioso, a una cita pendiente que mi niña de 16 años tenía con una de las bandas que conformó su visión del mundo y su compromiso artístico. Asistí a las dos fechas que Yeah Yeah Yeahs ofrecieron en CDMX y esta es la crónica de los dos mejores días de mi vida.
La lluvia amenazaba, el tiempo caía lentamente en el reloj de arena, era la primera fecha de los Yeahs y en un esfuerzo, de esos que sólo el amor es capaz de impulsar, la visión de un escenario tan cercano era prometedora. The Lindas Lindas comenzaron, terminaron. No podría decir gran cosa de su acto salvo que parecían tener mucha energía. Sinceramente mi expectación estaba en otro lado. No tenía cabeza para algo más.
21:12 de un 3 de octubre y el beat de “Spitting off the edge of the world” comenzó. La misa daba inicio. La comunión sería repartida por la mujer que abrió caminos para las demás, la icónica e inconmensurable Karen O apareció, con una corona que no hacía sino evidenciar su trono como ladiosa insuperable del rock. Nick Zinner, uno de los amores de la vida de Karen, dicho por ella misma, estaba ahí, siendo el vampiro que es, y Brian Chase, con esa sonrisa y energía que extiende a lo largo de su perfecta ejecución en la batería. Tres personas que sin saberlo, han cambiado la vida para muchos de sus seguidores. Habría que mencionar, también, que David Pajo ha sido un miembro no oficial de la banda, desde que en 2009, con el álbum It’s Blitz, participara en el bajo y teclados, acompañándolos también en las giras posteriores.
“Cheated hearts” fue el segundo tema en sonar y el corazón ya estaba totalmente expuesto, sin ninguna reserva. Siguieron los temas “Man” y “Rockers to swallow”, este último una prueba de cómo la influencia de los ritmos latinos siempre ha estado en la música internacional, sólo que no se les quiso poner atención antes. Estos dos temas fueron cambiados en el setlist del 4 de octubre por “Black tongue” y “Phenomena”, respectivamente.
Siguió “Burning”, uno de los sencillos de su más reciente material, Cool it down, disco que increíblemente cumplió un año ya de haberse publicado y que es, sin duda, uno de los mejores trabajos que la banda ha hecho. La carrera de los Yeah Yeah Yeahs es casi impecable.
El momento de ponerse la leather llegó con “Zero”, mientras dos ojos gigantes rebotaban entre el público y la felicidad convertida en gritos y aplausos no podía contenerse. “Wolf” fue el tema sucesor, la sensualidad en la voz de KO mientras canta I’m lost and I’m lonely, I hunger for you only. Don’t leave me now, don’t break the spell… revela a la vez la fragilidad y el temor a ser vulnerables. Esa misma fragilidad quedó expuesta en el siguiente tema de la noche “Soft shock”, aunque la dulce melodía y letra recuerda la magia que se siente en el cuerpo con la sorpresa de enamorarte cuando menos lo esperabas. Mi momento favorito en ambas noches.
El setlist continúo con “Blacktop”, cambiada el 4 de octubre por “Lovebomb”, y después un momento sorpresivo para muchos de sus fans, pues los Yeahs incluyeron dos temas del casi nunca tocado Mosquito. “Dispair” emocionó a los asistentes el 3 de octubre, mientras que al otro día, “Sacrilege” demostró con sus coros góspel que, efectivamente, presenciábamos un acto religioso.
La guitarra acústica de “Turn into” introdujo una de las canciones más coreadas de la noche, una deuda que muchos de nosotros saldamos ese día, pues no se había escuchado en previas presentaciones en CDMX. En ese momento, vi lágrimas de alegría y escuché cantos cargados de paz. Luego, la batería pausada de Chase anunció la legendaria “Gold Lion“, de un ya “viejo” Show your bones, otro de los momentos en que todo el Pepsi Center era una sola voz.
Y entonces fue que llegó el momento. La canción por la que todos, de alguna u otra forma habíamos llegado a ahí, una de las canciones más icónicas de la escena de la música de los dosmil, “Maps”. Quizá se ha escrito demasiado sobre ella, sobre la mítica historia del ex novio de Karen O y cómo en el video de la canción el llanto que puede verse es real. Sin embargo, se dice poco que la sencillez del tema expresa, de forma inversamente proporcional, la complejidad y grandeza de un sentimiento como el amor. En el WAIT y en la pausa es donde se contiene toda le emoción de la canción. No sólo nadie te ama como yo, sino espera, debo decirlo, debes saberlo. Espera, no te vayas. En el vacío de la pausa está el todo.
El público se limpió lágrimas, los besos necesarios se imprimieron en los labios y entonces la primera despedida se anunció con “Heads will roll”, tema que explotó aun más la fiesta que conteníamos todos en el cuerpo. Aplausos, gritos, los “te amo, Karen”, el resumen de la felicidad podía verse en los asistentes.
Fue entonces que el encore se cumplió con una de las más gratas sorpresas de la noche, “Poor song” (o “Porcelain” como se le conocía en mis tiempos) sonó en el Pepsi. Tema que si bien no es del todo conocido por ser un hidden track de “Modern Romance”, de su primer álbum Fever to tell, emocionó a quienes coreamos con toda la fuerza el and cool kids, they belong together.
Faltaban dos temas por tocar, dos de los que marcaron a una generación de chicas que queríamos ser Karen O. La mujer que es el rock en sí mismo y que nos demostró que las mujeres somos el verdadero punk. “Y control” sonó y el recinto sólo aguantó porque faltaba el tema que cerraría la noche, “Date with the night”. Si una emoción pudiera derribar un edificio, ayer habría sido el día. Ni un alma inmune, todas se entregaron al culto, todos participamos de él. Si tuviera que volver a definirse el éxtasis, tendría que escribirse sobre ese momento. Terminó la cita con la noche y los Yeahs se despedían. Seguramente nos volveremos a encontrar.
Y luego… la realidad. Las luces de colores se apagaron y las que indicaban la salida se encendieron. Y yo estaba ahí, junto con miles de asistentes más, tratando de asimilar lo que había sucedido.
Asistí ambas noches y pude tener perspectivas distintas desde el lugar que ocupaba (como siempre pasa en la vida). La primera noche, viendo a los Yeah Yeah Yeahs desde el frente, cumplía un sueño, solventaba una herida, recobraba la esperanza. La segunda noche, lejos por el cumplimiento de la mundana realidad, me despedía de una de las tres bandas que me formaron como ser humano. “Su música me salvó” es algo que solemos decir los, aunque odie la palabra, melómanos, y aunque pueda parecer un cliché, es increíblemente cierto. La humanidad es algo que construimos a través de la sensibilidad y esta sólo podemos alimentarla con el arte, con la música. Por eso bailamos, por eso cantamos, por eso escuchamos, para poder vivir, para poder amar, para poder ser seres humanos.
Y, mientras a lo lejos me despedía de Karen O, Nick Zinner y Brian Chase, escuchando el coro sublime que nos volvemos todos al cantar las letras que, para todos son iguales y que sin embargo significan cosas distintas en cada uno, pensaba en la religión. Pensaba cómo la música es una forma de trascender de lo humano a lo divino. Pensaba que el rock es mi forma particular de divinidad y las dos noches que vi a los Yeah Yeah Yeahs reafirmaron la fe que tengo en la música. La fe que tengo en una diosa llamada KO.
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